viernes, 31 de octubre de 2014

Ventanal ajeno

Supongo que no debí ponérmelos, pero su extraña manera de aparecer repentinamente en mi bolso me intrigó. Mientras los ajusto con cuidado a mi rostro -ya que están algo estropeados- pienso en los míos y en cómo han de estar siendo colocados en una cara desconocida. Tan desconocida como la mía. Mis pupilas tambalean y luchan por no renunciar a la difícil tarea de vislumbrar lo que dice el cartel de la esquina, aquél que hace pocas horas leía con claridad. Me esfuerzo pero una nube se posa sobre lo que intuyo es mi retina. Mis párpados caen de inmediato, ajenos al resto de mi cuerpo. Me pregunto cómo les irá a ese par de ojos extraños que seguramente asoman detrás de la montura de mis lentes perdidos. ¿Se habrán quejado tanto como los míos? ¿Fueron cautelosos y prefirieron no vestir una armadura desconocida? ¿O fueron prácticos y se ajustaron al cambio aunque aquello implique sufrir? ¡Cuánto puede mutar el mundo si nos asomamos desde otro ventanal!. La vitrina me devuelve una imagen desenfocada y borrosa de quien espero ser yo y sostenida con temor entre mis manos, la mortificante mirada ajena.                                                                                                                                         

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