El libro se
había convertido en una extensión de su mano. Sobre todo ahora que su
circunstancia coincidía con la de Fernando, el personaje principal. Ella sentía
que aquella arena sobre la que estaba echada era la misma que, en la novela,
corría por los dedos del protagonista cuando éste aventaba un poco al pelo de
su querida Lucy, una chica excesivamente encantadora que en ocasiones
despertaba en el lector el más cruel de los cariños, y otras veces el más
benévolo de los odios.
- ¿Realmente te quedarás acá con tu ficción? Mira qué rica se ve el agua - interrumpió su compañero de viaje - Lo sé, pero ya estoy tan cerca de terminar el capítulo final y si lo cierro justo en este momento aunque vaya a divertirme contigo, mi pensamiento quedaría atrapado entre sus páginas. Adelántate que ya mismo estaré ahí – A medida que las pisadas de él se alejaban, los ojos de ella -como dos adictos- volvían a consumir la lectura
- ¿Realmente te quedarás acá con tu ficción? Mira qué rica se ve el agua - interrumpió su compañero de viaje - Lo sé, pero ya estoy tan cerca de terminar el capítulo final y si lo cierro justo en este momento aunque vaya a divertirme contigo, mi pensamiento quedaría atrapado entre sus páginas. Adelántate que ya mismo estaré ahí – A medida que las pisadas de él se alejaban, los ojos de ella -como dos adictos- volvían a consumir la lectura
…El pobre hombre entra a aquella bañera de
champagne salado. Al igual que un crío inseguro, él también retuerce sus
dientes al sentir como el frío agarra sus pies. Desde la orilla su amiga
escondida detrás de un libro, lo observa con la meticulosidad de quien
estudia a un insecto.
Ella, quien se
sentía cada vez más inmersa en el escrito, continua leyendo
…Una y otra vez él busca zambullirse hasta
el fondo de la espuma marina y recuperar aquella sonrisa de niño que un día tuvo. Sonrisa que le truequeó a la vida por huesos más largos, preocupaciones
complejas y un empleo para comprar muchas cosas, excepto
tiempo.
Las ganas que
sentía por terminar la última página eran igual de fuertes que las que sentía
por no terminarla, sabía sin duda alguna, que aquella novela marcaría un antes
y un después en su vida, sin esperar más prosiguió
… Entonces la ola, como una gran
mano blanquecina, se eleva para luego en picada descender hasta él. Primero le
acaricia el pelo, luego con mayor intensidad abofetea su rostro repetidamente
para borrar cualquier rastro de autocontrol, común en los adultos. Como una
madre primeriza lo envuelve por completo hasta desaparecerlo de las pupilas
angustiadas de su amiga, quien ahora ha dejado caer el libro y salta y
grita como un chimpancé, a la vez que intenta retenerlo en sus ojos de amor no
manifiesto. El sol besa la arena y ésta arde de pasión bajo los pies de las
personas que se han amontonado para poder observar a dos pescadores que por su
magistral nado se confunden con los peces; y cada tanto un ¨ ¿Lo encontraron?¨
emerge de alguna garganta y flota en el aire junto a las aves que aletean como
intentando huir de ellas mismas. Sin duda alguna, la verdadera jaula no está
hecha de barrotes, sino de huesos y cartílagos, piensa un extranjero de la
multitud mientras las observa. La amiga es la primera en notar cómo, luego de
un buen rato, un par de sombras comienzan a convertirse en figuras humanas a
medida que de las profundidades retornan a la orilla. Una de ellas lleva
adherida a su espalda una gran joroba que poco a poco al acercarse va tomando
la forma de un tercer hombre. Segundos después los pescadores colocan
ese cuerpo sobre la arena infestada por la multitud.