viernes, 31 de octubre de 2014

La nena

El dolor no sabía menos amargo fuera del cementerio. Alfonsina ya estaba acostumbrada a ese malestar que se siente en las entrañas cuando se ha perdido a alguien, lo había experimentado de chica cuando falleció su padre, pero esta ocasión no veía posible cómo adoptar a un cachorro o visitar la heladería podrían animarla.Los primeros días permanecía encerrada en su habitación, ni siquiera Mauricio,su marido, osaba en importunarla, sabía que lo que le ocurría a su mujer no era algo que palabra de consuelo alguna pudiese curar. Ni aún él podía entender que había acontecido, cómo el médico no pudo advertir el riesgo que tendría aquél parto, así aunque sea habría aparecido en ellos la posibilidad de no lograr llevar al recién nacido a casa, pero no, nadie les dijo nada. 

Al igual que la mayoría de parejas se ilusionaron desde el comienzo. Alfonsina había decorado a detalle la habitación para Emiliana,nombre elegido por Mauricio, ya que su mujer pensaba que tendrían un varón; Las paredes estaban pintadas con una tonalidad verde agua con pequeños puntos blancos, la cuna traída de Europa era de mimbre hecha a mano con detalles de encaje rosa, la colcha de lana había sido tejida por la abuela materna y la almohada colocada en el umbral de la cuna un regalo de la abuela paterna, así no provocaban resentimiento entre las señoras. Lo más hermoso de la habitación era el mueble donde guardaban los vestiditos, había sido el mismo mueble que Alfonsina tenía en su habitación cuando era bebé; pero nadie lo hubiese podido notar ya que estaba remodelado, ahora era de color beige y las manijas con ese brillo que otorga el bronce recién pulido. ¡Qué emoción se sentía en esa casa, sobretodo la de él cuando supo que sería una nena, sonreía al pensar como la mecería hasta que se duerma en sus brazos, o el tacto sublime de esa pequeña manita agarrada fuertemente a la suya al empezar a caminar, pensaba que al fin entendería a sus amigos cuando hablaban de el poder inexplicable que sus pequeñas hijas con solo una mirada ejercían ante ellos, al punto de volverlos cómplices de sus travesuras. Por eso Mauricio no podía entender el por qué de tremenda pérdida habiendo tenido todos los tipos de cuidado que una mujer embarazada debe tener, incluso los innecesarios. 

Se le partía el corazón al imaginarse a su pobre mujer sufriendo en ese dormitorio. Ahí, tan frágil como es ella, tan desprotegida y débil. Llorando y pensando en los pocos minutos que pudo contemplar el rostro de su pequeña, en cambio él no tenía que lidiar con ese recuerdo, se compadecía al pensar cómo la dulce Alfonsina pasaría años intentando retener la única imagen de la criatura viva, y luego más años culpándose por haber olvidado como era su nariz o qué tonalidad de piel tenía. Al llegar la primavera Alfonsina Matessi abandonó su habitación, lucía con mejor semblante , el brillo en sus ojos había regresado. Se sentó junto a su marido a desayunar, él la besó y ella, con una mueca culposa en su rostro, supo que aquél día en el Hospital había tomado la decisión correcta. Para Alfonsina ningúna mujer merecía perder dos veces al hombre de su vida. Untó con manteca el pan y lo mordió.






* Cuento publicado en el libro "Antología 2013"- Purapalabra Ediciones.

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