Mientras en el hospital local una vena brota de la garganta del recién nacido quién con un
grito desesperado se inicia en la vida; A kilómetros de distancia, en el mismo
pero distinto minuto, otra vena -como lucecita
rota- se apaga del cuerpo del soldado fusilado a manos del ejército enemigo. Lágrimas
de algarabía invaden esos rostros familiares que al anuncio de ¨ ¡Es un varón! ¡Es
un varón!¨ brillan de contentamiento. Un
padre orgulloso piensa en los pasos que al poco tiempo su hijo comenzara a dar,
las sabrosas comidas que compartirán durante la cena y la cama tibia en la que
se refugiara cada noche luego del beso con el que él y su mujer sellaran su
frente. También son lágrimas pero con sabor a dolor las que resbalan por
aquellas caras que han fijado su mirada en el noticiero de la tarde. Ese en el
que acaban de informar el fallecimiento del soldado. Quien además era esposo,
padre e hijo del anciano que desde la silla lo ha escuchado todo, y a quien la
parálisis de sus piernas no le impide comprender que su hijo ya no tendrá más
pasos por avanzar, ni otra comida que compartir y que ya no habrá cama que lo
acobije a la noche después del beso con el que solía sellar la frente de sus pequeños.
Ese par de críos que – mientras la familia llora su reciente orfandad – juegan con el soldadito verde con negro que
Papa Noel les trajo por Navidad.
Sobrecogedor.
ResponderBorrarGracias.
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